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Romance del Malevo

El "Romance del Malevo" se hizo muy conocido en la voz de Argentino Luna, tanto que muchos piensan que es de su autoría. También el nombre del poema suele reducirse simplemente a "El Malevo", aunque el nombre completo es "Romance del Malevo".

Su autor, Osiris Rodríguez Castillos, nacido en Montevideo el 21 de julio de 1925, fue un poeta, escritor, investigador, compositor, cantante, instrumentista y luthier de Uruguay y está considerado como uno de los pilares del folclore de su país. Falleció el 10 de octubre de 1996.


Letra del poema Romance del Malevo

Autor: Osiris Rodríguez Castillos

Yo siempre quise tener un perro como la gente. Al fin el tiempo y la esperanza me dieron uno, pero bien mirao es hombre de pocas pulgas. Yo no atrancaba la puerta de mi rancho, ni durmiendo; ¿pa qué? ¡si del lao de ajuera, por malo que juese’l tiempo, la enrejaba de colmillos el coraje de mi perro! Cimarrón, medio atigrao. Lo hallé perdido en las sierras, boquiando de agusanao. ¡Malo, como manga’e piedra! Tuve que trairlo enlazao pa' curarle las bicheras! Y... a’i se quedó, aquerenciao. Compañero de horas lerdas, trotiando abajo’el estribo ¡ni carculaba las leguas! y ande afluejaba la cincha, se echaba a cuidar las priendas. Eso sí ¿eh? ¡Muy delicao! ¿Manosiarlo? ¡Ni le cuento! Se ponía di ojo estaviao y se l’erizaba’l pelo. Con que... tenía bien ganao su apelativo: "El Malevo". ¡Qué animal capacitao pa'l trabajo en campo abierto! ¡Había que verlo al mentao, trajinando en un rodeo! De ser cristiano, ¡clavao qu’era dotor aquel perro! ¿Yo echar tropilla’l corral? Le chiflaba entre dos dedos, y embretaos en el chiflido me los traiba, clin al viento; ¡y era un abrojo, priendido de los garrones de un trueno! Una vez, bandiando tropa con much’agua en el Río Negro, caí quebrao di un apretón entre un remolino’e cuernos, y me ganó la mollera l’escuridá y el silencio. Cuando golví’abrir los ojos, cruzaba una nube’l cielo. Gemidos y lambetazos llegaban como de lejos. ¡Redepente, compriendí! Medio me senté en el suelo pa darle gracias: "Hermano, d’esta, te quedo debiendo. ¡No me halla ni el pan bendito si no me sacás, Malevo!" ¡Y una inmensa gratitú se me atracó en el garguero! Güeno; la cosa pasó. Yo dentré pa'l casamiento. Hice’l horno, la cocina, mi rancho estiró un alero, y en su chúcara clinera charquió el arrorró, y el rezo. ¡A los dos años, gatiaba mi gurí sobre un pelego! O andaba po’l guardapatio, priendido a la cruz del perro; ah! ¡porque’l me le sacó las cosquillas al Malevo! Lo habrá tomao por cachorro de su cría, el pendenciero. Le soportaba imprudencias, se priestaba pa' sus juegos, y ande amenazaba cairse ¡se l’echaba bajo ’el cuerpo! La cosa jué tan de golpe, que hasta me parece cuento. Jué dispués de un mediodía, como pa' fines d’enero. Yo me había echao en el catre pa' descabezar un sueño. La patrona, trajinaba, prosiando con el borrego; y un redepente, aquel grito como de terror: "¡Rosendo!" Y ya me pelé pal' patio manotiando el caronero. Ella, estaba contra’l horno tartamudiando en silencio; tenía al gurisito alzao, tembloroso contra’l pecho; y avanzando, agazapao como una fiera, ¡mi perro! ¡Enseñaba unos colmillos como puñales! Los pelos se le habían parao di un modo que costaba conocerlo, y ¡en las brasas de sus ojos se habían quemao los recuerdos! De un salto me puse enfrente; le pegué el grito: "¡Malevo!" Lo vi soltar una baba; -"¡Está rabioso, Rosendo!"- -"No te me acerqués hermano! ¡Echá p’atrás! ¡Juera perro!" Redepente, me saltó. Ladié pa' un costao el cuerpo, sentí como que la mano lo topaba contra el pecho, y cayó; cuasi sin ruido; como una jerga en el suelo... Cuando lo miré, los ojos se le habían puesto muy güenos, ¡como dándome las gracias se le acortaba el resuello! Se arrastró, lambió mis pieses, y me brotó un lagrimeo. "No tenía pa' elegir, hermano! ’tabas enfermo. Jué po’l, cachorro, ¿sabés? ¡De nó, no lo hubiera hecho!" Menió la cola una vez, dos veces, y ¡quedó muerto! Por eso es que, desde entonces, no me gusta tener perro; y cuando voy de a caballo, me parece que lo siento seguir abajo ’el estribo, ¡trote y trote por el tiempo!

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